Las cosas de Olula nunca son cualquier cosa. Las veamos en una solapa, colgadas del hombro, sobre una silla o en la pared, siempre son un feliz encuentro. Tienen ese “no se qué” tan difícil de describir y tan fácil de reconocer cuando hay talento y corazón. Son piezas sinceras y cuidadosamente realizadas que ponen luz, buen humor y, muy probablemente, una inmensa sonrisa en quien tenga la suerte de recibirlas como regalo.

 

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